Imagen: DamasArt |
Tan solo hizo falta un segundo... pero me costará una vida olvidar...
Inmerso en mis pensamientos habituales, por el trabajo, preocupación, lo que voy a hacer en ese momento (qué más dará), caminaba hacia el interior de un centro comercial cualquiera, situado en una ciudad cualquiera, pero no en un momento cualquiera...
Soportaba el lastre de dos señoras, que dejaban pasar cada segundo entre unas diez o veinte palabras, todas ellas proferidas con desdén hacia personas, al parecer, de su círculo habitual. No pude evitar tenerlas delante cuando cruzaron el umbral de las escaleras mecánicas que descendían hacia la planta inferior y dejé mi paso (pensando que iría mucho más rápido, si accedo por las escaleras que suben, y bajo corriendo) tres escalones antes de cruzarlo también.
Sólo deseaba dejar de escuchar aquel martilleo incesante... que por alguna extraña razón se estropeasen las escaleras y fuesen a toda velocidad...
No recuerdo la hora exacta, ni la fecha, uno nunca se prepara ni toma nota de las cosas que le suceden, cuando ocurren de forma inesperada. Uno no se prepara para la ocasión cuando está preparado para otras cosas, no prevé sentir cosas que no vienen al caso...
Banda sonora ¡click aquí!
Fue la calma infinita, el silencio absoluto, la luz tranquilizadora, la brisa reconfortante, el suspiro que me devolvió la vida, el instante mas largo que hoy puedo recordar.
En la escalera que subía apareció Ella... no sabría decir si recordaría ese instante, si recordaría luego la hora o simplemente si recordaría la fecha en la que cruzó el umbral de la escalera. Lo que si sé (aunque suene pretencioso el decirlo) es que Ella tampoco estaba preparada para la ocasión. No vestía grandes ropas ni impresionantes alhajas, tenía el pelo recogido en una coleta, unos vaqueros algo ajustados y una camiseta... nada de maquillaje... ni peinados especiales... nada de eso le hacía falta.
El espacio se iba acortando, sabía que tarde o temprano (más temprano que tarde) estaríamos a la misma altura y casi en el mismo punto geográfico del planeta, pero es pura física, es imposible que dos cuerpos distintos ocupen el mismo espacio físico, quizá puedan estar muy cerca, puedan estar juntos, tocándose, uniéndose en una simbiosis con perfecta armonía en la naturaleza. Pero ambas escaleras no se tocan nunca, cada una sigue su camino, pasan paralelas y en ningún punto se unen, como el cielo y el mar... en la lejanía parece que se unen... pero sólo lo parece. Ella el cielo y yo el mar.
Ni siquiera puedo acercarme a su espacio e intentar tocar su aura pues, al igual que la fruta prohibida, no está a mi alcance. ¿Será esto mismo lo que me hace sentir así?, ¿acaso alguien confabuló este encuentro casual, fortuito, efímero? Incluso, mientras se acortan las distancias, me imagino... el deseo de poseerla, de amarla, de darle todo aquello que necesita, de hacerla reír, de hacerla feliz... porque felicidad es el momento que no tiene prisa y que no quieres dejar ir jamás...
A falta de unos pocos centímetros, unos escasos peldaños de separación en un abismo insondable me vienen a la cabeza imágenes que desearía hacer realidad... imágenes que tuve de adolescente, como se tienen con el primer amor (platónico). Y el encuentro, en ese instante, no significa nada, pero lo esconde todo... ese instante, en el que sientes la necesidad de expresarte, sólo estará unos segundos, debes ser consciente en ese momento... y a la vez entregarte al deseo. Razón y corazón en una batalla fugaz en la que expreses todo lo que quieres decir... todo lo que quieres hacerle sentir...
Lo he intentado... he intentado pensarlo muchas veces... decirte las palabras que compongan todo aquello que deseo hacer contigo...
...todo el deseo que quiero expresarte con mi cuerpo... todas las caricias descritas al milímetro... todas las rutas que mis dedos describirían recorriendo tu cuerpo... todo el calor que mis labios serian capaz de hacerte sentir al saciar la sed que les provocas...
...describirte como mis manos se enredarían en tu pelo enmarañado, humedecido por el calor de nuestros cuerpos sudorosos. Mis manos buscándote con ansias por todo tu cuerpo, como si fuera la última vez que fuesen a tenerte entre mis brazos.
...toda la coreografía de movimientos al unísono que nuestros cuerpos describirían rodando por el suelo sobre una alfombra... sobre una cama... o sobre las nubes...
...estremecidos por la satisfacción encontrada, exaltadas de placer nuestras pieles, ruborizados en cada mirada, en cada mínimo roce por los lugares descubiertos... invadidos... por la lujuria, por el deseo de poseernos el uno al otro...
...pero no he encontrado las palabras adecuadas que describan todo eso, puesto que no creo que pueda describirse con palabras, y aunque lo intente una y mil veces, nada podría igualarse... por mucho que me esfuerce, por mucho que recuerde otras situaciones... nada podría acercarse a lo que vi ante mí...
Tan solo hizo falta que nuestras miradas se cruzasen durante un segundo... pero me costará una vida olvidar...