lunes, 31 de mayo de 2010

Sangre, sudor y placer...


Banda sonora: ¡click aquí!
     La calle está oscura, apenas las farolas iluminan el camino que has tomado para llegar a tu destino.


     Corre un suave viento que mueve las hojas de los arboles... huyen de ti... se alejan como intuyendo el peligro que se avecina y miras atrás por encima del hombro. el mismo viento que se hace más fuerte, mueve los árboles de la calle... los carteles de los establecimientos, las lonas de los toldos... levanta las hojas de los periódicos del suelo... tu falda...


     Tus tacones resuenan entre las paredes de la calle como el paso militar de un pelotón a punto de entrar en combate... La ansiedad que te producen provocan pensamientos horribles en tu cabeza, sientes que alguien te sigue... cierras tu abrigo con mas fuerza sobre tu pecho, el frío te ha erizado la piel de tus brazos... un escalofrío recorre tu cuerpo... por tus tobillos... muslos... espalda... cuello... tus senos se han puesto rígidos y no sabes por qué. Aceleras el paso y los tacones resuenan cada vez más... 


     No sabes como has llegado hasta un lugar de la ciudad tan oscuro como aquel, pero tampoco cómo es posible que te provoque tanto misterio y curiosidad el haber tomado el camino que te ha llevado hasta él.


     Sobre tus tacones se oyen unos pasos y al pararte y darte la vuelta, se queda todo en silencio... sólo el viento entre las hojas de los arboles... Una sensación inquietante, entre morbo y miedo, se apodera de ti. Dejas caer los brazos y tu chaqueta desvela tu escote generoso y sin lugar a la imaginación, el viento no deja de moverte la falda... durante un instante te quedas pensando parada en medio de la calle...


     ...al fondo de la calle ves una sombra que se acerca a ti. el Viento parece haber parado... ya no corren las hojas.


     La sombra, a la que le puedes ver una gabardina se para frente a una marquesina de la que sale una luz muy tenue... entra en ella y se pierde en el humo que brota de la puerta.


     Sin saber por qué, te diriges a esa puerta, a cada paso que das una música rítmica y monótona sale de su interior.


     Ya no hace frio... ya no sientes la necesidad de acelerar el paso.


     En la puerta, custodiada por dos bestias humanas, hay un cordón de terciopelo como el de los reservados a los vips en los garitos lujosos... Sin mirarlos a la cara, sólo al interior del que sale la música y el humo, como hipnotizada, una de las bestias levanta el cordón y te da paso...


     Sinuoso tu paso al entrar miras por encima del hombro al que te ha abierto el camino y con picardía y por encima del hombro, en el umbral del infierno, tu cara toma forma de demonio y le guiñas un ojo durante unos segundos...


      Una escalera baja a las profundidades de un antro al que jamás habrías entrado, si estuviera lloviendo incluso. Pero un impulso desenfrenado te ha llevado hasta su interior... una sombra... una gabardina... una sensación oscura... una fantasía no realizada...


   Mientras bajas la escalera, la música se hace más ensordecedora, el humo más intenso, la luz más tenue, tu paso más firme, tus intenciones más evidentes, tu cuerpo más sudoroso...


     En calor, el humo, la música, el bullicio de gente, todo es sofocante... de un vistazo recorres la sala que se ha abierto tras las escaleras... luces de neón en las paredes... una barra en el medio, unas gogós en las esquinas, más de las que te da tiempo contar...


     Buscas desesperadamente la gabardina que has perseguido hasta allí y al fondo la ves... entra en un pasillo... se pierde de tu vista. Entras apartando a la gente que se mueve como hipnotizada por la música monótona y continua, estruendosa que ensordece los pensamientos. A cada paso que das con la mirada clavada en el pasillo, la gente se aparta como quien cede el paso a una reina en una ceremonia...


     Ha desaparecido la sensación de ansiedad y se ha apoderado de ti un deseo irrefrenable de placer. Tu sexo a dejado muestras de ello y ahora corre entre tus muslos... recuerdas que de donde vienes no llevas ropa interior.


     El pasillo conduce a los servicios de la discoteca que acabas de atravesar... la luz del mismo es más tenue si cabe que la que hay en la sala principal. te acercas a la primera puerta y la abres con fuerza de un empujón... una chica con el maquillaje corrido por las lágrimas sale corriendo... lleva el pelo recogido en un moño... pero le caen retazos... 
     Sales de nuevo al pasillo... y buscas la segunda puerta... la abres del mismo modo y entras pero el habitáculo esta vacío a primera vista. Solo las puertas de los reservados, unos lavamanos y varios urinarios de pared. La puerta se cierra detrás de ti y la música de la sala principal se atenúa ligeramente, pero no el calor, ni el humo...


     De uno de los reservados sale un hombre alto, corpulento, bien parecido, se acerca al lavabo y mientras se lava las manos se mira en el espejo... te dice algo sin mirarte a la cara pero no le prestas atención... cuando acaba se incorpora, se da la vuelta... se dirige hacia ti, no es la persona que estás buscando...


     ... en el pasillo, al fondo del mismo, una puerta queda oculta entre las sombras y el bullicio de la música... la chica que lloraba antes en el baño, lo hace ahora acurrucada en el pasillo a pocos metros de la puerta... no se oyen sus lamentos por la música... de pronto levanta la cabeza y mira hacia la puerta del lavabo de los chicos... su cara ahora es de extrañeza, sin embargo se levanta y se va corriendo aun con las lagrimas en la cara...


    Cuando sales del lavabo pasas el dedo indice de tu mano izquierda por la comisura de tu labio y te relames sin demasiado entusiasmo...


     Miras a ambos lados del pasillo buscando alguna otra puerta, sigues hacia el fondo pero con paso cauteloso ahora... tu cara queda cada vez mas penumbrosa... apenas se distinguen tus rasgos. De debajo de la puerta se entrevé un hilo de luz. Cuando estas frente a la puerta acercas tu mano muy lentamente al pomo... casi al tocarla, inesperadamente, se abre ante ti y una luz intensa sale de su interior...


     La sombra que queda en el umbral es la que buscabas... no se le ve la cara por la luz que emana del otro lado de la puerta...


     Muy segura de ti misma te pones frente a el y llevas tu mano a su cara... es áspera... rígida, su barbilla es prominente... sus labios grandes, carnosos... su pelo corto, enmarañado, suelto... no sabes describirlo. Tu mano sigue recorriendo su cuerpo por su pecho, firme, pronunciado bajo la camiseta que lleva. Le abres la gabardina y le intentas abrazar sin pegarte a él, solo buscas en su espalda... su forma, sus curvas, su fuerza... llegas hasta sus nalgas, duras, bien ubicadas... Le has recorrido intentando descubrir que te ha llevado a perseguirle... pero no lo descubres hasta que le coges de la mano... una mano grande y misteriosamente suave... No casa con la todo lo demás, como si nunca hubiera roto un plato, como si nunca hubiera trabajado... su mano ahora entre las tuyas, minúsculas, recorre tu cara... tu cuello... baja por tus pechos, pezones rígidos... por tu vientre... lo conduces hasta tu sexo desesperado de placer y ansioso por desahogarse con él... le indicas el camino y el hace el resto...


     Allí, frente a una gabardina sin rostro, te transportas a otro mundo... él no para de hacer lo que tú deseas que haga... y tu cuerpo se balancea con cada movimiento de su mano... con tus brazos te sujetas a los bastidores de la puerta... tras de ti... tu sombra es absorbida por el misterioso hombre de la gabardina... tus labios se mueven... te los muerdes... tu boca parece decir algo... pero la música es demasiado fuerte para oír nada... no hace falta oírlo para saber que tus gemidos son de exasperante deseo y agónico placer...


     De pronto su mano desaparece de tu interior... cuando abres los ojos la luz se apaga bruscamente con un portazo...


     ... todo vuelve a la oscuridad... el viento sigue corriendo por la calle, las hojas siguen huyendo de ti, los carteles se mueven, tu falda también... cuando reanudas el camino, tus tacones vuelven a resonar en la calle... vuelves a oír los pasos... deseas que sean más rápidos que tú...