Me despierto tranquilamente, algo extrañado, con lágrimas en los ojos. No se cuando volverá a ocurrir, ni si volverá a suceder. Tengo la garganta seca, necesito saciar mi sed y bebo agua... mucha agua...
Un sueño se repite cuando menos lo espero... cuando parece que ha pasado el suficiente tiempo para haberme olvidado de la última vez que soñé con esta escena. Se repitió anoche otra vez. Hago memoria del día anterior y no recuerdo haber hablado ni incitado nada para que suceda de nuevo. No recuerdo haber hecho algo especial que lo pueda desencadenar, nada que se repita en las otras veces, ni siquiera una pauta para intentar saber cuando volverá a ocurrir...
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Es una mañana de invierno, el cielo está despejado pero la brisa que recorre los arboles es fresca... fría casi... el sonido que produce entre las ramas es relajante, inspirador... me veo mirando al cielo con los ojos cerrados y respirando profundamente...
Al abrir los ojos, estoy sentado en el banco de un parque. Los gritos de los niños jugando, correteando, saltando... se hacen presentes en mi cabeza. Hay muchos, más de los que puedo contar a simple vista. Allí sentado y sólo, observo como juegan, como se lo pasan bien... y una sonrisa se me escapa entre los labios.
Hay un columpio con dos balancines y dos niñas, al parecer gemelas, se mecen en ellos, no paran de reír ni de decirse entre las dos, quien está llegando más alto. Junto al columpio otro niño espera en el suelo sentado a que le toque su turno. Mientras espera, juega con las hojas que hay entre sus piernas cruzadas.
Un niño juega en un terrario. Coge arena con las manos y la levanta por encima de su cabeza mientras observa como se pierde entre sus manos... como un reloj de arena... Junto a él, dos niñas juegan con muñecas, debe ser la hora del té porque están sentadas mirándose la una a la otra mientras hacen ademán de llevarse una taza a la boca.
Varios niños hacen un corro y giran alrededor de otro que lleva los ojos vendados. Están jugando a la "gallinita ciega" pienso, aunque el niño que está en medio no se mueve, no estira los brazos en busca de alguien, sólo espera a que paren de cantar.
En una fuente no muy grande hay varios jugando con barquitos de papel, hechos por ellos mismos, No hablan entre ellos, simplemente soplan los barcos y miran como se mueven en el agua. El agua que emana de la fuente provoca un oleaje considerable para el tamaño de los barquitos.
Hay un niño en una bici dando vueltas a una estatua que hay en medio del parque. No deja de mirar a la figura, como si fuera un ídolo y estuviera haciendo un ritual de adoración. La estatua representa a un escritor local que da nombre al parque.
Un poco mas alejado de mí ha un grupo considerable jugando con una pelota, no parece haber un orden, ni unos equipos, todos corren tras la pelota para ver quien es el que consigue darle mayor número de golpes.
Doy un vistazo rápido a ambos lados del banco donde me encuentro, y unos segundos más tarde, caigo en la cuenta que soy el único adulto del parque. Vuelvo a mirar a mi alrededor y esta vez con mayor detenimiento. Veo detrás de mí a mas niños jugando... pero nadie mayor de seis o siete años.
Desconcertado, vuelvo a sentarme. Junto a mí hay una mochila pequeña... esta abierta y dentro hay varias cosas: un suéter de alguien de no más de dos años de color rojo, una pequeña botella de agua con cierre para niños, una foto mía en un marco de plástico con un cordel. En el dorso está inscrito: Este es mi padre, si me pierdo llama al ... (y un número de móvil).
Preocupado ya, tomo la mochila en la mano y me levanto... alzo la mirada, busco en el horizonte... entre los niños, entre los arboles, entre columpios y demás mobiliario del parque, pero NO sé a quién estoy buscando. En un segundo registro a la mochila encuentro un pequeño walkie-talkie y extrañado cuando pulso para hablar me quedo mudo... NO sé a cómo tengo que llamar al que tiene el otro walkie-talkie (si es que aún lo lleva encima).
Entonces pulso el botón de llamada para ver en que dirección sonará (si es que puedo oírlo). Pero cuando lo hago, suenan en el bolsillo de todos los niños... una y otra vez, es ensordecedor... y todos parecen contestar... pero nada se oye en el que tengo en mi mano.
Me desespero, no se a dónde ir, no se a quién decirle: ¿dónde te habías metido? me tenias asustado!
Y derrotado, caigo de rodillas mirando el pequeño aparato esperando que de un momento a otro se ponga a hablarme. ¡Hola! - digo - ¿hay alguien? - pregunto. Pero el silencio es la única respuesta. Se nublan mis ojos y los cierro fuertemente...
...me despierto tranquilamente, algo extrañado, con lágrimas en los ojos. No se cuando volverá a ocurrir, ni si volverá a suceder. Tengo la garganta seca, necesito saciar mi sed...
...pero el agua no lo consigue...